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La edad de un árbol


La edad de un árbol viene determinada por muchos factores, entre ellos, la especie. Así, por ejemplo, mientras que una encina de 300 años está en su plenitud, para un chopo alcanzar esa edad es un todo un mérito. De hecho, las encinas y los tejos se incluyen entre los ejemplares más longevos de nuestra geografía. 

¿Es importante conocer la edad de los árboles? Sí, y mucho, ya que su edad nos ayuda a conocer mejor sus necesidades y a actuar en consecuencia. La edad nos aporta información adicional, ya que por ejemplo en los anillos de los árboles quedan grabados acontecimientos como las sequías o los incendios. Evaluar la edad exacta de un árbol no es fácil. La mayoría de los árboles desarrollan anillos de crecimiento que coinciden con un periodo de desarrollo.

“En una sección transversal del tronco, la más próxima al suelo, puede determinarse la edad del árbol, contando el número de anillos que se observan. Sin apenas dañar el árbol, con el empleo de aparatos adecuados, se pueden extraer muestras transversales de madera de apenas unos centímetros de grosor, lo que permite conocer el crecimiento de los árboles y realizar estimaciones de edad bastante fiables. (…) Sin embargo, la forma de crecimiento de algunas especies, la bondad del clima y la cercanía al mar de muchas especies de hoja perenne pueden enmascarar los resultados (los anillos pueden ser dobles, por ejemplo”. (Cuidados de los árboles. Manual de buenas prácticas)

Otra fuente importante de información para obtener más datos sobre la edad de un árbol en concreto es la tradición oral, las leyendas e historias.

Cuidados de los árboles

“Los árboles, como cualquier ser vivo, necesitan de unas mínimas condiciones óptimas para poder desarrollarse con vigor y buena salud”. 

Entre los agentes externos que pueden causar daños a los árboles hay que destacar las plagas y las enfermedades. Las plagas son alteraciones producidas por diferentes animales, generalmente insectos. Por su parte, las enfermedades están causadas por hongos, virus y bacterias. La contaminación, las malas condiciones del sustrato, la presencia de plantas parásitas (hiedras, muérdagos…) o los factores meteorológicos (sequías, heladas…) también pueden afectar a la salud del árbol. Entre los cuidados para prevenir plagas o enfermedades, es aconsejable retirar las ramas secas y rotas de los árboles, tratar las heridas de pudrición y evitar las zonas de acumulación de agua de lluvia. Las plagas o enfermedades pueden afectar a cualquier parte del árbol, desde las raíces a las hojas.

¿Qué síntomas nos pueden alertar de que un árbol padece una plaga o enfermedad? Flores y frutos atrofiados, mordeduras en las hojas, enrollamiento de hojas, presencia de agallas, exudaciones de resina, puestas de insectos, manchas en las hojas, presencia de orificios en tronco y ramas, galerías justo debajo de la corteza o aparición de setas en el cuello de la raíz o en el tronco.

Entre las principales enfermedades y plagas forestales catalogadas se incluyen la grafiosis de los olmos (un hongo transportado por un escarabajo produce el taponamiento de los vasos conductores de la savia produciendo el marchitamiento de ramillas y ramas), la procesionaria del pino (produce defoliaciones en otoño provocadas por orugas), la oruga de librea (ataca a las especies frondosas) o la lagarta verde (come las hojas tiernas y las yemas, se da sobre todo en especies del género Quercus y, ocasionalmente, en otras especies de frondosas).

Para leer más: El bosque en España

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