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Historias de aperos de madera

Los aperos de labranza, las herramientas agrícolas para el quehacer diario en el campo, son un ejemplo más de la presencia constante de la madera en la vida del hombre a lo largo de los tiempos. Un recorrido por el campo o por esas tierras labradas, ahora con medios más mecánicos es cierto, pero donde muchos todavía recuerdan cómo se abrían los surcos y cómo era la vida del labrador antes de que llegaran las máquinas. Esta es una pequeña parte de la historia de algunos de estos aperos de madera. 


Entre otros muchos aperos y útiles de madera, encontramos el arado. Herramienta agrícola que, movida por fuerza animal, sirve para labrar la tierra abriendo surcos en ella. La historia sitúa su origen en India, de donde pasó a Egipto y Mesopotamia y, de allí, a la cuenca del Mediterráneo. Desde finales de la Edad Antigua, en Europa existían dos tipos de arados, el romano y el de ruedas (para suelos más profundos). El arado romano era el más usado en nuestra zona (provincia de Salamanca), conocido además como el arado castellano, tanto para la preparación de la tierra como para la siembra. Una de las piezas del arado, la reja (en forma piramidal y afilada para romper la tierra), se hizo durante muchos años con madera, hasta que fue sustituida por el hierro. 



La hoz, por su parte, se utilizaba para cortar hierbas y para la siega. Una hoja curva y un mango de madera. "Se cogía ésta con la mano derecha y de dos o tres golpes se cortaban las pajas que el segador agarraba con la izquierda; unía las pajas formando manadas que dejaba en la tierra cada varios metros"El yugo, hecho de madera de haya, nogal, fresno o negrillo, se utilizaba para juntar, por el cuello o la cabeza, a las bueyes o mulas y en el que se sujetaba la lanza del carro, el timón del arado. El trillo, por su parte, es una plataforma de madera curvada en la parte anterior, con pedazos de pedernal o cuchillas de acero encajadas en una de sus caras para cortar la paja y separar el grano. 


"Se cargaban bien los carros de sacos y se llevaban a la panera. Lo ideal es que diesen un cosechón y no hubiese donde echar un grano de trino. Si la cosecha era abundante, no había que temer que las siguientes no le fuesen ya que con los granos de un año se remedian tres de daño. Una vez almacenado el grano, se guardaba la paja en el pajar. Se llevaba en carros provistos de tableros y redes. Había que pisarla y calcarla bien para que entrase más cantidad. Se aprovechaba toda la paja: una parte servía como alimento del ganado y otra parte para calentar el hogar. Finalmente se barrían las eras con escobas y se recogían los aperos, a la espera de otra cosecha". (Aperos de madera, JCYL)



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