La dehesa

“Verdes, mil y uno, desde los oscuros de las encinas y los pinos hasta los claros de los cereales y los pastos frescos. Azules de cielo abierto y de agua. Rojos de tierra arcillosa, de rocas y paredes, de ladrillos y otoños y de barro. De la mimbre. Ocres de tierras y de piedras, como el arco iris de la arenisca; de pastos agostados y rastrojos. Surcos, hierbas, piedras, adobes, troncos…”

Por estas tierras se considera como dehesa el monte ahuecado de árboles del género Quercus (encina, roble, alcornoque y quejigo). En las zonas donde convive dos o más de estas especies surgen los conocidos como mestos (ejemplares híbridos). Una gran parte de la provincia –con excepción de los campos cerealistas del nordeste, las arribes y la sierra- es dehesa. Una unidad de producción que combina pastos con áreas de labor y de monte. La dehesa tiene una función básicamente ganadera, aprovechando diversas especies de vacuno de carne y de lidia, ovejas y cabras; cerdos y equinos; gallinas, pavos, palomas… En la dehesa se aprovechan los cultivos, la madera y la caza.

Los árboles protagonistas de la dehesa son de desarrollo lento La primera cosecha de bellotas la dan a los 15 años, pero la formación del árbol no se completa hasta los 30. Hoy algunas dehesas están amenazadas por el envejecimiento del arbolado, debido a la escasez de árboles de renuevo, ya que antaño el ganado era sobre todo trashumante, mientras hoy predomina el ganado estante. Por encima de los 150-200 años de edad mayoritaria del arbolado las dehesas se pueden considerar bosques fósiles.

La dehesa es un sistema austero, ya que considera producciones con muy pocos recursos, aunque su productividad no es alta, debido precisamente a esas limitaciones de suelos, agua y clima. Un valor de la dehesa que poco a poco va aumentando es su papel ecológico y social. Como sistema es un ejemplo para otras regiones del mundo y sus productos alcanzan cotas de excelente calidad.

Fuente | El territorio nordeste de Salamanca, Asociación Nordeste.