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Atriles de madera para escritorios: una historia en común

Los atriles de madera para escritorios tiene su particular historia. Una pieza práctica y decorativa, sencilla o decorada con talla, y hecha a la medida de los libros. Para apreciarla aún más, esta es la historia que aúna a los atriles de madera y los escritorios. 

Los escritorios son relativamente escasos entre los muebles europeos anteriores al siglo XVII. Para poder encontrar los que subsisten, debemos acudir a aquellos lugares en los que la lectura y la escritura formaban parte de la vida diaria, es decir, las iglesias y los monasterios. Los eclesiásticos no solo tenían mayores posibilidades de dedicarse a la lectura y la escritura que el resto de la población, sino que también disfrutaban de un estatus que en cierta medida les separaba del tumulto de la vida diaria, permitiéndoles tener bibliotecas. La continuidad de vida de las órdenes religiosas derivó en la supervivencia de gran parte de los muebles eclesiásticos. 

El sencillo atril -un soporte inclinado para sujetar las escrituras y leerlas en voz alta- sigue siendo un elemento simbólico y práctico en las iglesias actuales, pero resultaba esencial para apoyar los enormes y pesados libros de aquel entonces. 

Fotos atriles de madera. Fotos: Tope y Cuña

Tope y Cuña | Del atril más sencillo al atril diseñado a medida de los libros grandes




El atril inclinado de uso práctico, con un saliente de apoyo en el borde inferior, influyó en el diseño del escritorio del siglo XX. 

Debido a la escasez de libros y a su alto precio, en el siglo XVI no abundaban las bibliotecas particulares y ni siquiera en las grandes mansiones había grandes escritorios. El desarrollo del escritorio doméstico está relacionado con la aparición de cámaras privadas de menor tamaño en las grandes mansiones. Con la expansión de las ideas del Renacimiento surgieron también los gabinetes y estudios. El hombre del Renacimiento sí coleccionaba, entre otros, libros, por lo que necesitaba un lugar para guardarlos y estudiarlos. 

En el siglo XVII, los escritorios propiamente dichos, descritos como scriptors, eran pupitres pequeños y sencillos sobre veladores, con pequeños cajones y casilleros, de espléndida fabricación y adornados con pequeños tiradores. Ya en el siglo XVIII cabía la posibilidad de elegir entre un amplio abanico de escritorios, desde el gran mueble con cajones en la parte inferior a las versiones más pequeñas con puertas en la parte superior. 

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